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La función esencial del profesor es dinamizar el proceso de aprendizaje del estudiante. Esto implica cambiar de perspectiva dedicando el tiempo no tanto a explicar, cuando a diseñar, organizar, planificar, estimular, evaluar, reorientar el proceso de aprendizaje de los estudiantes.
La razón es muy sencilla: el aprendizaje se produce no cuando alguien quiere enseñar (el docente), sino cuando alguien quiere y puede aprender (estudian-te). El profesor es un entrenador preocupado y ocupado en “entrenar a sus estudiantes” para que realicen aprendizajes significativos y funcionales.
El profesor debe dejar de querer ser “un competidor de San Google o San Yahoo”, debe abandonar “el síndrome del camello” (Meirieu) según el cual, los docentes “hacen depósitos de respuestas prefabricadas correctas” en la mente de los estudiantes, que una vez almacenados en la memoria, el individuo las utilizará cuando sea conveniente; se trata de un profesor administrador y proporcionador de datos y contenidos. El docente tiene que ser un gestor del conocimiento y para ello tiene que devolver el protagonismo al alumno, convertirse él en un mediador del aprendizaje del estudiante.
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